The Economist se pregunta por la resiliencia de la democracia. Su organización hermana The Economist Intelligence Unit elabora un Índice de la democracia desde 2006. El año pasado dio los peores resultados desde su comienzo. En esta ocasión, el peligro no ha estado en golpes militares o en revoluciones sino que se ha dado desde dentro del propio sistema. Lo atribuye -como en el caso de Trump- a una desconfianza hacia los políticos que anima a buscar otro modo de hacer política, en muchas ocasiones, más autoritario. También al auge del “pensamiento tribal”. “La democracia está generando problemas, en vez de resolverlos, porque las diferentes tribus viven en universos informativos diferentes”. Ese pensamiento tribal está favorecido por las nuevas tecnologías. Los movimientos negacionistas lo prueban. Eli Pariser ya advirtió en su libro “El filtro burbuja” que recibir solo las noticias que se adecuan a mis intereses, como ofrecen muchas compañías, puede provocar una “visión en túnel”, que fomente los fanatismos y los prejuicios.
Artículo anteriorQuantum Economics, de David Orrell
Artículo siguienteJoe Biden carece por completo de carisma. Y, eso, me resulta muy interesante. El carisma tiene un prestigio que no merece. Sirve para alcanzar el poder, sirve para movilizar, pero no sirve para gobernar. Trump ha sido un presidente carismático y su capacidad de arrastre de sus masas puede dar muchos quebraderos de cabeza a Estados Unidos. Kennedy fue carismático, pero quien consiguió el gran avance en los derechos civiles fue el anticarismático Johnson. Obama era carismático y, a pesar de sus logros, el hecho de que constantemente se le estuviera comparando con las expectativas despertadas, difuminó un poco su figura de gobernante.
Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra web. Si sigues utilizando este sitio asumiremos que estás de acuerdo.ValeNoPolítica de privacidad